A lo largo de su carrera Maggie Gyllenhaal ha dado mucho de qué hablar, pero lo ha hecho gracias a sus proyectos y no a escándalos.Así pasó cuando en la cinta La Secretaria (2002) le dio vida a una joven con tendencias sadomasoquistas, cuando interpretó a una estudiante judía promiscua en La Sonrisa de Mona Lisa (2003) o cuando encarnó a una madre soltera y drogadicta en Sherrybaby: El Reencuentro (2006).
Su talento le ha dado ya dos nominaciones al Globo de Oro y ahora, gracias a su trabajo en Loco Corazón, Gyllenhaal aspira por primera vez al Oscar en la categoría de Mejor Actriz de Reparto.
“En esta cinta me sentí muy expuesta y orgullosa, creo que me muestra más madura y al mismo tiempo vulnerable. Loco Corazón me sensibilizó de principio a fin. Obviamente me gusta lo que hice en La Secretaria o en Sherrybaby, pero entonces tenía veintitantos años y ahora ya estoy en los 30”, dijo Gyllenhaal.
“Tengo una nueva visión de las cosas desde que fui mamá hace tres años. Estaba buscando un guión que fuera más como yo, más profundo. Leí Loco Corazón y supe que podría darle un nuevo aire a mi carrera. No podía dejar pasar este filme ni la oportunidad de trabajar con Jeff Bridges y Robert Duvall”, sentenció la actriz de 32 años.
Hija del cineasta Stephen Gyllenhaal y de la escritora y productora Naomi Fomer, Maggie debutó en el Séptimo Arte a los 15 años de la mano de su padre en la cinta de corte dramático Waterland, en la que compartió créditos con Jeremy Irons y Ethan Hawke.
Pero su carrera despegó después de actuar junto a su hermano, Jake Gyllenhaal, en Donnie Darko (2001), de Richard Kelly.
Poco después, en 2002, trabajó bajo las órdenes de George Clooney en Confesiones de una Mente Peligrosa, que centra su atención en la vida de un exitoso presentador de televisión que trabaja como asesino para la CIA.
Un año más tarde se le vio al lado de Julia Roberts, Kirsten Dunst y Julia Stiles en La Sonrisa de Mona Lisa, de Mike Newell.
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