«Hola, soy Penélope». No es una «llamada desde el Vaticano» (la canción que interpreta la actriz en la película «Nine»), sino desde Los Ángeles, y tampoco tiene como objetivo —¡lástima!— seducir al interlocutor... Pero tiene algo de turbador esperar y recibir una llamada de Penélope Cruz, aunque sea para algo tan prosaico como una entrevista. Con un pie en la promoción del filme de Rob Marshall, el otro en las distintas ceremonias de entrega de premios cinematográficos y el horizonte puesto en la próxima entrega de «Piratas del Caribe» —sus representantes negocian actualmente su participación— la actriz, de 34 años, confiesa su jet lag pero resiste sin pestañeos ni bostezos la conversación.
Ésta arranca, como no puede ser de otra manera, con «Nine», una película musical que le ha valido una nueva candidatura para los Globos de Oro y en la que ella interpreta a Carla, la amante del protagonista, un afamado director de cine llamado Guido Contini (Daniel Day-Lewis). Un voluptuoso baile es la secuencia más destacada de la interpretación de Penélope.
«Vi “Nine” en Broadway hace unos años, cuando la hizo Antonio, y «8 1/2», la película en la que está basada el musical, ha sido siempre una de mis favoritas. Por otra parte, yo quería interpretar un musical: he bailado durante muchos años y tenía ganas también de cantar. Así que este proyecto era una oportunidad perfecta y Rob Marshall la persona ideal; ha sido una experiencia muy bonita.
—¿Se puede considerar a Marshall un renovador del género?
—A mí me parece buenísimo. Tiene la ventaja además de que es el coreógrafo de los números musicales, así que cuando llega el momento de rodarlos los conoce tan bien que podría hacerlo incluso dormido. Lleva el baile en la sangre, lo entiende, lo conoce, y eso hace que te sientas mucho más protegida. Penélope, de niña—Se habrá sentido cómoda bailando...
—Mis años de ballet me han servido, aunque «Call From the Vatican» no es precisamente ballet clásico. Cuando me enseñaron la coreografía pensé que no podría hacerlo sin parar ni cortar, y cantando y bailando a la vez. Cuando, después de dos meses de ensayo, conseguí hacerlo por vez primera de un tirón, la sensación fue una de las más bonitas que he vivido en toda mi carrera como actriz.
—Antonio Banderas dio el salto a Broadway, ¿usted no se anima?
—Me gustaría hacerlo, pero más adelante; todavía no me atrevo. Me han ofrecido cosas muy interesantes, pero no he visto el momento. Me gustaría hacer teatro en español, me encantaría interpretar «Las Criadas», de Genet... Pero eso lo puedo hacer dentro de diez, de veinte años...
—¿Cómo elige en qué proyecto participa?
—Mis representantes me envían las propuestas y yo leo los guiones. La decisión final siempre es mía; al fin y al cabo soy yo la que tiene que enfrentarse al papel y la que ha de sentir si puede o no afrontarlo. Llevo sin rodar desde febrero, cuando terminé «Nine», y ahora estoy leyendo y negociando cosas, para volver a rodar seguramente en verano. «Para cualquier persona es importante mantener los pies en el suelo. Por eso paso mucho tiempo en España, con mi familia. Ahí están las raíces y es un lugar que no se puede sustituir por ningún otro»
—¿Cuántos guiones puede leer al mes, por ejemplo?
—Nunca los he contado, no lo sé. Pero son muchos, soy muy afortunada. Cualquier actor, por bien que le vaya, ha de agradecer que suene el teléfono, que lleguen guiones... Tener la posibilidad, en fin, de vivir de este trabajo. La inseguridad no te abandona nunca, porque en el fondo, dependes de otras personas. Y yo no quiero que eso se me olvide nunca.
—¿Es importante entonces para usted mantener las raíces y tener los pies en el suelo?
—Mucho... Pero no sólo para un actor. Para cualquier persona. Por eso paso bastante tiempo en España, con mi familia. En España están mis raíces, ahí me he criado, y ese es un sitio que no se puede sustituir por ningún otro. Por eso nunca voy a dejar de trabajar en mi país y en mi idioma. Penélope reconoce que le apetecía mucho hacer un musical y recuerda que ha bailado «durante muchos años»
—¿Trabajar en otra lengua es lo más complicado?
—Fácil no es. Pero poder trabajar en Estados Unidos, en Francia, en Italia, con lenguas y acentos distintos al mío, me hace doblemente afortunada. Gracias a Dios, esas puertas están mucho más abiertas ahora que hace diez o quince años. Y es lo normal, porque hay muchísimas ciudades en el mundo ya en las que es imposible dar diez pasos sin escuchar diferentes lenguas, y eso se tiene que ver reflejado en el cine.
—Ha hablado de inseguridad. ¿Todavía tiene ese temor del actor a que no suene el teléfono?
—No me refiero tanto a ese tipo de inseguridad, sino a otra que tiene que ver con el actor; siempre nos enfrentamos a nuevos territorios y en cada rodaje te sientes como si fuera el primero, a pesar de la experiencia y de los años de carrera. En cualquier caso es una bendición poder sentirse nuevo en cada rodaje, sentir ese miedo sano, sentir que nunca vas a llegar a controlar ni el uno por ciento porque nosotros trabajamos con los sentimientos, con el entendimiento del comportamiento humano... Y eso es un pozo sin fondo de aprendizaje, lo más bonito que tiene nuestro trabajo.
—¿Tiene la sensación de que en España se le juzga con mayor recelo o que se le exige más?
—No dedico tiempo a pensar en eso. Sólo pienso en intentar hacer mi trabajo lo mejor posible, en aprovechar las oportunidades que me dan para aprender y crecer. Por lo demás, nunca va a llover a gusto de todos y si realmente eres fiel a ti mismo y a lo que sientes, no todo el mundo va a estar de acuerdo contigo ni con tu forma de pensar o tu manera de ser, con tus ideas, con la manera de enfocar tu trabajo... Pero al final con quien vives las 24 horas es contigo mismo, y es importante serle fiel a eso. Pero no sólo en este trabajo, aunque es cierto que estamos expuestos a un análisis o una evaluación que a menudo traspasa la frontera del trabajo y llega a convertirse en un análisis más personal. La manera más eficaz de combatirlo es ignorarlo y hacer las cosas lo mejor que puedes. Y seguir siendo agradecido.
—En los últimos años está llegando el reconocimiento de los premios y las
candidaturas...
—No me puedo quejar para nada, esa es la verdad. Estoy muy contenta y muy sorprendida otra vez de que esté pasando todo esto. Las nominaciones aquí del Sindicato de Actores, de los Globos de Oro, la nominación al Goya...
—¿Son iguales todas?
—Me hace mucha ilusión ser candidata al Goya, porque es nuestra Academia y es mi casa, y eso siempre hace una ilusión especial.
—¿Y es posible mantener la privacidad y hacer una vida llamémosle normal?
—Yo salgo a la calle y hago una vida bastante normal cuando no estoy trabajando. Esta profesión tiene sus cosas, pero no sé... Mi única manera de combatirlo es no hablar de mi vida privada, pero eso me parece lo más natural del mundo. Y por lo demás, hago una vida bastante normal; no dejo de ir a ningún sitio ni de hacer mi vida por miedo a que me sigan.
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